ESPANTOS Y APARICIONES EN EL PUEBLO WAYUU

Por: MIGUELANGEL LÓPEZ HERNÁNDEZ.


La presencia y permanencia del espanto en los pueblos indígenas, representa una correspondencia integrada del conjunto del ser colectivo y el entorno ambiente. El espanto une los extremos de la visión cosmogónica y el andar cotidiano del hacer; configura lo abstracto y etéreo; fantasea lo tangible y concreto; es la aparición del temido sueño de lo incierto e insuperable; la regulación a la falta de miedo, la prevención y el límite a la arrogancia y temeridad del hombre. El espanto como reflejo del misterio insondable del interior humano, anuncio y testimonio del fantástico mundo de lo invisible que nos rodea. El espanto es efecto dialogante de la inmersión del hombre en la naturaleza, es parte del abrazo de esta complementariedad.


Entendemos como espanto aquellas imágenes sobrenaturales o presencias incorpóreas que actúan o habitan en un entorno cotidiano y suscitan el temor y el miedo de los humanos moradores o visitantes. Los espantos reflejan la manera de ver la vida de la comunidad que los crea. En el pueblo Wayuu (península de La Guajira) los espantos provienen del mundo de lo temido, lo misterioso, lo sagrado: PULASÜ (lo vedado). De allí se deriva la palabra PULOWI, que representa los fenómenos sobrenaturales que originan temor. Pulowi es el misterio, el miedo, el terror, el castigo natural. Tal como lo expresa el joven poeta Wayuu Vito Apüshana:


“…nosotros, la gente, somos ligeros y para no abusar del mundo está Pulowi, el misterio, la devoración. Pulowi no es mala…Pulowi es tu miedo… es tu vergüenza… es la flor que se hace visible en la noche”.


De Allí, del gran misterio Pülowi pertenecen los espantos Wayuu: los Akaalaküi, los Keeralia, los Maarüla, los Kuat Yai, los Yolüja, los Wanülüü… y de aquellas apariciones que son como transfiguraciones de la imagen del hombre con el mundo animal, tales como la mujer-lechuza, la mujer-hormiga, el Shaneta (el jinete) el Epeeyüi (jaguar-hombre), el Waneesatai (el Unapierna), la Chama (anciana devoradora). El imaginario de una comunidad se convierte en un hecho único que resume todos los valores posibles de su manera de ver y ser la vida… fenómeno invaluable que configura el rostro irrepetible de su ser colectivo: Corpus original que significa pertenencia singular del nosotros, patrimonio único y común que recibe el bautizo de “lo nuestro”.


El universo de los espantos y apariciones en los pueblos indígenas de América representa el acento en su lenguaje de interpretación del mundo. Es el tono inconfundible que nace de su apropiación del entorno. Esta pertenencia es fruto de una construcción de vida. Construcción que ha sido edificada desde su eje básico o inicial; pero que no obstante se alimenta o se refuerza con fragmentos o partículas traídas de otros aires. Así podemos observar en muchas cosmovisiones giros y ritmos simultáneos entre sí. Sin embargo, este fenómeno o movimiento enriquecedor que funciona entre comunidades afines, contemporáneas o cercanas se transforma en una verdadera amenaza cuando se trata ya de una comunidad de cultura no afín y contraria a los interesantes principios de la otra. De esta manera vemos, hoy, como el pueblo indígena Wayuu experimenta su mayor amenaza de desaparición de su cosmovisión milenaria, tras la incontable corriente macroeconómica transnacional que se nueve y se extiende por todo el territorio peninsular Wayuu, desdeñando aún su condición de resguardo indígena o “tierra sagrada”; sólo un sistema utilitario y sin límite de crecimiento, como el neoliberalismo, puede sobre pasar y arrastrar con la hábil capacidad de los Wayuu de adaptar e incorporar elementos occidentales a los propios rigores de su cotidianidad.

La totalitaria imposición del concepto de “cambiar para mejorar” o “evolucionar hacia una civilización universal” viene absorbiendo toda idea de tolerancia y de respeto a la propia autodeterminación de los pueblos. Esta amenaza latente y presente nos obliga a preguntarnos: ¿desaparecieron todos los espantos del imaginar Wayuu actual?, ¿cuántas comunidades del pueblo Wayuu aún interrelacionan o interactúan con la presencia de los espantos?… y de tal inquietud queremos respondernos, a través de investigaciones y estudios pormenorizados (la Universidad de La Guajira adelanta algunos por medio del Programa de Etnoeducación) que sí, que aún son muchas las rancherías y los parajes donde merodean los espantos, propios del imaginario de los hombres que por fortuna todavía vemos configurados en nuestros indígenas de América.


Los estudiantes del VII semestre del Programa de Etnoeducación de la Universidad de La Guajira (en su mayoría Wayuu), han logrado recopilar algunas versiones del estado actual de la relación seres humanos Wayuu-espanto-naturaleza y en sus trabajos de pulsación se proyecta la sobrevivencia de la magia de lo sobrenatural. Aún merodean en las cotidianidades de los ranchos en la soledad de los caminos, en la serenidad de las noches los espantos y las apariciones…como: Los Akaalaküi... duendes nocturnos juguetones y crueles. Viven en la serranía de Makuira, atacan a los viajeros solitarios, a los caminantes extraviados a los que violan y utilizan como objetos de sus feroces juegos. Los Keeralia: habitan en las sabanas sin vegetación, en las salinas y salinetas de la península: su imagen es la del fuego fatuo, atrayendo así a los viandantes nocturnos, a los que luego ataca penetrándolos por todos los orificios. Los hombres víctimas de Keeralia vomitan sangre hasta morir y las mujeres, abusadas sexualmente por esta bola de fuego, quedan embarazadas dando a luz animales como lagartos, sapos, culebras…. Los Wanülüü son espíritus resentidos que originan la enfermedad en algunos Wayuu y persiguen a determinadas personas transformándose en animales (perro, jaguar…) o en hombre blanco y ataviado o Wayuu sin ombligo y sin sombra, ocasionándoles la muerte o un arrepentimiento. Los Wanülüü escondidos en un enfermo son combatidos por las Ouutsü (“Shaman”), que los enfrentan con sus virtudes curativas en una lucha que puede durar semanas enteras, en la que podrán salir vencedoras de acuerdo con la intensidad del resentimiento a la fuerza maligna del Wanülüü.


Queremos hacer énfasis en la inviolabilidad de la concepción espacio-tiempo del pueblo Wayuu. Que se respete su cotidianidad original, lograr que su entorno natural y viviendal no sea transformada sólo por el mandato del progreso occidentalista. Que se conserven sus noches oscuras, iluminadas sólo por la luna, por el techo de estrellas o por el fuego tenue de las lámparas y velas. Para ello es menester que de parte del Estado colombiano y su sistema del capital consumo no continúe avasallándolos en sus proyectos de exploración y explotación masiva de los recursos naturales existentes en territorio Wayuu; por parte del pueblo Wayuu es urgente continuar y respaldar la Organización Asociada de las Autoridades Tradicionales en cada ranchería que permite la vigencia de los principios y los derechos fundamentales y preservar el cogito de su ser Wayuu.


Todo proyecto de impacto ambiental, social, y económico, que tenga como sede un territorio Wayuu debe depender de la aquiescencia de sus habitantes, basada en el respeto a su entorno natural y a su cultura. Hacia esta dirección queremos dirigir nuestros esfuerzos… reforzar, apoyar la corriente vital que sostiene y proyecta la esencia de este universo particular y así sentir vivos y palpitantes los siguientes versos:


“Anoche, mientras dormía, el aire caliente de un Wanülüü me despertó: “Entonces ví a la mujer                 -lechuza del cerro de Mulehu observando nuestros sueños…- anda en busca de amoríos…”

*Investigador Social y Realizador Audiovisual

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