Cuatro Años A Bordo De Mi Mismo

Prólogo
EL VICIO INSACIABLE Y CORRUPTOR DE ULISES
Con la mano en el corazón, contéstese usted mismo: ¿Quién fue Eduardo Zalamea Borda? No se preocupe: tampoco lo sabe la inmensa mayoría de los colombianos. Sin embargo, una novela insólita escrita a los veinte años, y más de treinta de periodismo ejercido con una maestría práctica y un rigor ético ejemplar, deberían ser suficientes para recordarlo como uno de los escritores colombianos más inteligentes y serviciales de este siglo.
Fue un miembro distinguido de la aristocracia local de las artes y las letras, que a los dieciséis años tiró por la borda el lastre de sus pergaminos y se fue a vivir de sus manos en las minas de sal de La Guajira. Fruto de esa experiencia de vida fue Cuatro años a bordo de mí mismo, una novela que rompió la escafandra académica del género en Colombia. Pero el rastro de su talento fue mucho más visible en el periodismo.
Primero, en plena juventud, como cronista y jefe de redacción de La Tarde, un vespertino efímero intentado por EL TIEMPO para respaldar la candidatura de Enrique Olaya Herrera; luego como jefe de redacción de El Liberal, y por último como editorialista, columnista y subdirector de El Espectador, hasta su último aliento. Desde el punto de vista cronológico -nació en 1907- pertenecía al grupo de Los Nuevos. Pero no es fácil encasillarlo en ese ni en ninguno de los cenáculos literarios que se descuartizaban unos a otros por aquellos años, ni figura en el Pequeño Larousse -donde está todo el mundo-, y apenas si lo mencionan en los manuales escolares. Esto podría entenderse por la mala memoria que tenemos los colombianos para acordarnos de los maestros, pero también porque Zalamea fue un visionario de rueda libre que siempre se mantuvo un paso adelante de sus contemporáneos. Escribió su novela bajo el hechizo ardiente del Ulises de Joyce, que se había publicado en París apenas unos seis años antes. Del mismo autor tomó los seudónimos ocasionales de Bloom y Dedalus, como si uno solo fuera bastante para pregonar su fervor.

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